Una noche del 7 de julio de 1975, después de tres días de viaje, junto con mis padres y mi hermana Laura, aterrizamos en el Aeropuerto La Capital de Beijing, mientras un retrato del Presidente Mao nos daba la bienvenida a la República Popular China.
Con 17 años de edad, comenzó entonces para mí una relación directa con el país asiático, que va a cumplir ahora 45 años, relación que ya había comenzado antes, de forma indirecta, casi desde niño, a través de la librería "Nativa Libros" que mi padre tenía en Montevideo.
Veníamos desde uno de los puntos del mundo más alejados de Beijing, del Sur al Norte, de Occidente a
Oriente, del Atlántico al Pacífico, del invierno al verano. Eramos cuatro orientales (como también somos conocidos los uruguayos) que llegábamos al verdadero Oriente, donde la colonia extranjera era muy reducida en comparación con la actualidad.
En la China de mediados de 1975 aún vivían los entonces principales dirigentes del país: el Presidente Mao, el Primer Ministro Zhou Enlai y el Presidente del Parlamento, Zhu De. Al mismo tiempo, Deng Xiaoping ya había sido rehabilitado y, debido a los estados de salud de Mao Zedong y de Zhou Enlai, ya estaba jugando un papel muy importante en la vida política nacional e internacional.
Eran los años finales de la llamada "Gran Revolución Cultural Proletaria", período posteriormente clasificado por la historia oficial china como "los diez años del caos" (十年动乱) y que abarcó de 1966 a 1976.
A partir del 8 de enero de 1976, con la muerte de Zhou Enlai, hasta octubre del mismo año, con la caída de la "Banda de los Cuatro", vivimos y fuimos testigos de lo que yo, modestamente, considero los diez meses más cruciales en la historia de la República Popular, un corto período de tiempo con innumerables y decisivos movimientos y cambios políticos, a los cuales hay que sumar la desgracia natural del terremoto de Tangshan, uno de los más devastadores en la historia mundial. También en mi opinión es uno de los períodos menos mencionados en la bibliografía sobre China.
Tras la muerte del Primer Ministro, tienen lugar los incidentes de la plaza de Tian'anmen de abril de 1976, una nueva caída de Deng Xiaoping, la muerte primero de Zhu De y luego, el 9 de septiembre, del fundador de la República Popular, el ascenso de Hua Guofeng y en octubre la caída de la llamada "Banda de los Cuatro", el ala más radical del Partido Comunista donde figuraba la viuda de Mao.
Aparte de ser testigos de esos hechos -y de seguir las compañas de "Crítica a Lin Biao y Confucio" o a la novela clásica "A la orilla del agua"- también fuimos en cierto modo partícipes, ya que en el caso de mi hermana y mío, tuvimos la oportunidad de participar en dos grandes manifestaciones en la Plaza de Tian'anmen: en abril para "criticar" a Deng Xiaoping, y en octubre para celebrar la caída de la "Banda de los Cuatro".
China tenía entonces poco más de novecientos millones de habitantes. Era un país netamente agrícola, algo que se notaba incluso en las grandes ciudades -en la avenida principal de Beijing se podían ver carros tirados por caballos- quizás con la excepción de Shanghai.
La comida, la vestimenta, los productos industriales y de uso diario estaban racionados; los ciudadanos no tenían libertad de movimiento dentro del país (no era raro ver parejas que vivían separadas geográficamente y que muchas veces sólo se veían una vez al año, durante "La Fiesta de la Primavera"), y las mayores "riquezas" a las cuales podía tener acceso una persona o familia eran una bicicleta, un reloj de pulsera, una radio y una máquina de coser.
Todo ello no era poco para un país que había pasado décadas de guerras y hambrunas, y que debido a errores y luchas políticas internas había vivido años muy malos en determinados períodos tras la fundación de la República Popular. A pesar de esa vida modesta, nunca llegué a ver a mediados de los años setenta esas escenas de miseria que aún hoy se pueden ver en muchos países en desarrollo.
La vida en Beijing era dura y para peor el clima no ayudaba mucho. Los veranos eran asfixiantes y los inviernos muy fríos con vientos helados que llegaban de Siberia. Se trabajaba seis días a la semana, y con excepción de algunos días de vacaciones para "La Fiesta de la Primavera", los únicos feriados eran los primeros de enero, de mayo y de octubre. Lo que se comía dependía de la estación del año (en invierno la ciudad se llenaba de "coles chinas"); era un país que se movía principalmente sobre las dos ruedas de las bicicletas y en el cual sus habitantes no podían escoger libremente su lugar de residencia, sus estudios o su puesto de trabajo.
Quizás muchos de los que hablan de "transparencia" no saben que en esos años los Congresos del Partido Comunista o las Sesiones del Parlamento eran acontecimientos secretos que sólo se anunciaban públicamente uno o dos días después de haber finalizado, y no como ahora donde muchas de esas sesiones se transmiten por los medios de comunicación y acuden a ellas desde el cuerpo diplomático hasta la prensa extranjera acreditada.
En lo internacional se dice con frecuencia que China "estaba cerrada al extranjero", lo cual no es cierto del todo . Mi familia llegó en un vuelo de Swissair y un año antes Air France había inaugurado su ruta entre Paris y Beijing. Además dos veces al año se celebraba la "Feria de Guangzhou" para la importación/exportación a la cual se invitaba a "comerciantes de todo el mundo".
Es verdad que no estaban permitidas las inversiones extranjeras ni se aceptaban préstamos del exterior; pero también es un hecho que la República Popular estaba "cercada" por una parte importante de la comunidad internacional. Por ejemplo, en 1976 se celebraron los Juegos Olímpicos de Montreal, pero el país más poblado del mundo no pudo participar ya que estaba fuera del Comité Olímpico Internacional (COI).
Con el paso de los años, de las décadas, fui viendo los cambios paulatinos que se fueron produciendo, y que aún continúan, y que afectaron a todos los aspectos de la vida del país hasta llegar a convertirlo en lo que es hoy la República Popular: una verdadera potencia en casi todos los campos de la sociedad y en la arena internacional.
Dentro del mismo escenario geográfico, China es ya hoy en muchos aspectos "otro país" comparado con el que nos encontramos 45 años atrás. Los cambios no se han limitado al paisaje (sus grandes edificios o sus modernas infraestructuras) sino también, y lo que es más importante a diferencia de otros países que también han vivido períodos de gran desarrollo económico, a la vida diaria de sus habitantes,
Las más de 1.400 millones de personas que hoy viven en la República Popular han mejorado de forma destacada su nivel de vida en todos los aspectos (algo desconocido en la historia mundial, teniendo en cuenta su población y el espacio de tiempo transcurrido).
Las infraestructuras del país, y el uso de los medios electrónicos o de la inteligencia artificial no sólo están mucho más avanzados que en otros países en desarrollo, sino que incluso de la mayoría de países desarrollados, en especial en Occidente. Mención especial merecen los éxitos obtenidos en la reducción de la pobreza, algo que ni los enemigos de China se atreven a desmentir.
Ahora sus ciudadanos se mueven libremente por el país, en modernos sistemas de transporte o en sus propios automóviles, y se cuentan por millones los que viajan libremente por el exterior y que han convertido a China en el principal país emisor de turistas del mundo.
Se diga lo que se diga en Occidente, un ciudadano chino es en la actualidad mucho más libre y tiene más derechos que los que tenía, no digo hace 45 años, sino simplemente una o dos décadas atrás. Por no mencionar el período anterior a la fundación de la hoy llamada "Nueva China", un país que nunca llegó a tener un sistema político y social similar a lo que podemos encontrar en las llamadas "democracias occidentales".
Es verdad que no todo es perfecto en el país más poblado del mundo (¿hay países "perfectos"?); que tiene aún muchos problemas, por qué no, defectos, y temas por resolver -como los tuvo en el pasado y los fue resolviendo a su manera, sin seguir los "consejos" o "advertencias" que recibía, en especial de Occcidente.
En relación con esta nueva ola que se ha desatado en los últimos años contra China desde diversos rincones, me permito destacar dos aspectos:
-Que la gran mayoría de los gobiernos que critican aspectos de China, y que en algunos casos pueden ser criticables, no tienen la autoridad moral para hacerlo si tenemos en cuenta el pasado y el presente de esos países. Estos, además, aplican una doble moral, en un caso si se trata de China, y en otro si son hechos que ocurren en sus propios países o en otros del mundo.
-Que la historia de la República Popular desde el mismo momento de su fundación, ha demostrado que ningún tipo de boicot o amenazas ha podido detener su avance y desarrollo.
Ahora que China es fuerte y poderosa, parece que en muchos aspectos estemos regresando a los años de la "guerra fría". Por supuesto EE.UU., pero Europa en general, critican ahora al gobierno de Beijing por cosas que ellos mismos hicieron cuando entraron al mercado chino. ¿Acaso la entrada de empresas occidentales en la República Popular no estuvo respaldada financiera y políticamente por los gobiernos de esos países? ¿Acaso cuando las empresas occidentales "hacían cola" para entrar a China no tenían muchas más facilidades en todos los aspectos -políticos, financieros, tributarios, políticos, posibilidades de viajar, visados, etc.- que los que tenía China, sus empresas y sus ciudadanos para entrar entonces en otros países? Entonces China no era "la mala" de la película; al contrario, sus dirigentes en muchos casos eran recibidos en Occidente como verdaderos Jefes de Estado, aunque se tratara de "simples" viceprimeros ministros. ¿Alguien se preguntó qué cargo tenía Deng Xiaoping cuando fue recibido en los EE.UU. en 1979 como un verdadero Jefe de Estado?
Sin tener ningún doctorado, pero después de décadas de trabajo relacionado con el comercio exterior, no soy tampoco tan ingenuo como para creer en el "libre comercio" o la "libre competencia" y no ver todos los días -y eso lo puede comprobar cualquier simple lector de periódicos- cómo esos gobiernos que critican a China utilizan todos los medios a su alcance (gestiones personales, ayudas financieras, presiones políticas y un largo etc.) para que sus empresas ganen contratos en el mercado internacional.
¿Acaso en muchos de los países que critican a China y tratan de cerrar las puertas a sus empresas por la "no-reciprocidad" no existen muchos sectores de su economía para los cuales el país asiático ha sido y es una "tabla de salvamento" y se ha convertido en el principal mercado para las exportaciones de muchos de sus productos?
Por suerte, aunque sólo en algunos casos, el mundo ha cambiado y ya no estamos en el siglo XIX o en la primera mitad del XX cuando las potencias occidentales, a fuerza de cañonazos e invasiones obligaban al país asiático a abrir sus puertas al exterior y, como el caso de Gran Bretaña, no tenían reparos en ser grandes traficantes de drogas (en concreto el opio) para financiar su desarrollo económico.
Ahora que voy a cumplir 45 años de relación directa con China he querido recordar parte del tiempo pasado y reflexionar sobre lo que está sucediendo en estos momentos.
Lamentablemente ya no habrá unos segundos 45 años para mí, pero estoy convencido de que en los años que me quedan seguiré viendo muchos cambios en China y en el mundo en general. Nadie puede ponerle puertas al campo; el destino y el futuro de China lo decidirán sus ciudadanos, guste o no guste, y el mundo tendrá que ir acostumbrándose a ello y a la existencia de una multipolaridad política y económica donde el país asiático jugará un papel cada vez más importante.
Lo más inteligente para el resto del mundo debería ser aprovechar esta oportunidad, adaptarse a esta nueva situación, renovarse, para que muchos sectores económicos y una parte cada vez mayor de su población salgan beneficiados, y para limitar al máximo las consecuencias negativas de insistir en modelos económicos o de producción que ya no pueden adaptarse a lo que es el mundo de hoy.
Por suerte, cada vez son más los sectores económicos y la población que, tanto en países en desarrollo como en los desarrollados, se está beneficiando de esta "Nueva China".
@PabloRovetta
Interesantísimo. ¿Cuándo vas a escribir (y publicar) un libro con todas estas experiencias más detalladas?
ResponderEliminarGracias Fernando. Cuando más pasa el tiempo de relación con China se hace más difícil escribir un libro. Pero al final me he decidido a escribir uno que lo que relata son mis recuerdos de la China de los años setenta. Espero que salga pronto....
EliminarMuy interesante. Deben haber sido épocas difíciles para la familia pero envidia sana por haber atestiguado la evolución de China como potencia mundial. Se impone un libro que cuente al más detalle como Beijing se fue transformando en la metrópoli que es hoy y como rl sistema educativo evolucionó de tal forma que arrastró al país al lugar que hoy ocupa.
ResponderEliminarGracias por el comentario y me alegra que te haya parecido interesante. El libro, "La China de los años 70" ya está "en el horno". Espero que pueda salir pronto. Un saludo,
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