El reciente
proceso de deshielo entre Corea del Norte y los EE.UU., que ha tenido su broche
final en un encuentro entre Kim Jong-un y el Presidente Donald Trump en
Singapur, es una muestra más de lo apasionante que es seguir la actualidad
asiática, la imprevisibilidad de los hechos que tienen lugar en muchos de sus
países, y la dificultad para ser un veredadero “experto” en ellos.
En cierto
sentido, lo que está ocurriendo en Corea del Norte, tiene alguna similitud
con acontecimientos que han tenido lugar en la historia de las últimas décadas
en China.
En los
últimos años Corea del Norte estaba inmersa en un activo plan de desarrollo de
su industria nuclear y de misiles balísticos. En el 2017 llegó a lanzar 20
misiles, 3 de ellos de alcance intercontinental, y el último ya
tendría capacidad de alcanzar a los EE.UU.
No hace ni
seis meses, en su discurso de año nuevo, el líder norcoreano amenazó
directamente a Estados Unidos indicando que en su despacho tenía el botón
nuclear para destruirlo. Por su parte Donald Trump no se quedó corto en sus
amenazas de arrasar Corea del Norte.
La tensión
iba creciendo y cada vez se hablaba más de un conflicto regional de
consecuencias trágicas.
No había
pasado un mes desde el mensaje amenazador de Kim Jung-un, y menos de dos meses
del lanzamiento del último misil intercontinental, cuando sorpresivamente
comienza el “deshielo” entre el Norte y el Sur que anuncian que participarán
juntas, bajo una misma bandera, en los Juegos Olímpicos de Invierno a
realizarse del 9 al 25 de febrero en Corea del Sur.
Desde
entonces se han producido toda una serie de acontecimientos históricos, en
cuyos detalles no voy a entrar ya que son bien conocidos, y que han concluido
con un apretón de manos y un encuentro en Singapur el 12 de junio entre Kim
Jung-un y Donald Trump.
Lo que sí me
gustaría destacar en estas reflexiones es la imprevisibilidad de
acontecimientos históricos en algunos países de Asia. En este caso en Corea del
Norte, anteriormente en China.
¿Quién hace
sólo seis meses podía imaginarse, predecir este cambio tan radical de la
situación de la península coreana?
Situaciones
similares –nunca idénticas- se vivieron en las últimas décadas en China. Un
ejemplo de ello fue la visita secreta de Henry Kissinger en julio de
1971 que culminó con un viaje del Presidente Richard Nixon a la República
Popular en 1972.
Otros ejemplos de situaciones que nadie se imaginaba ni pudo
predecir incluyen el nombramiento de Hua Guofeng como sucesor oficial del
Presidente Mao, o la detención de su viuda y un grupo de miembros del Buró
Político del Partido Comunista pocas semanas después de la muerte del fundador
de la República Popular. Podríamos seguir con la guerra entre China y Vietnam
en 1979 o el proceso de apertura al exterior del gobierno de Beijing que
comenzó en diciembre de 1978.
Ningún
observador o “experto” en China fue capaz de predecir esos históricos
acontecimientos.
En el mismo
continente asiático hemos visto cómo la galardonada con el Premio Nobel de la
Paz, Aung San Suu Kyi, de Myanmar (antes conocida como Birmania) ni condenó ni
se interpuso ante la limpieza étnica de los “rohinyas” en su país; o el
acercamiento militar entre Vietnam y los EE.UU.
Como
indicábamos al principio, esta complejidad, esta imprevisibilidad, estos
cambios tan radicales que se dan en algunos países asiáticos, son lo que hacen
tan apasionante el seguimiento de su política y, al mismo tiempo, son una muestra de la
dificultad –por no decir imposibilidad- de ser verdaderos “expertos” en ellos.
Como máximo,
utilizando un ejemplo deportivo, lo que es más “fácil” es comentar el lunes los
partidos de fútbol del fin de semana.
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