Se han escrito, se siguen y se seguirán escribiendo ríos de tinta
sobre el reciente Congreso del Partido Comunista de China. Por eso he estado
dudando si escribir o no algunas reflexiones sobre el mismo. Pero como este es
un blog dedicado a temas de China, al final he pensado que debería escribir
algo sobre uno de los acontecimientos políticos más importantes de la República
Popular.
Ha habido y hay comentarios para todos los gustos. Una parte de la
prensa española, en su línea editorial, se ha inclinado por la crítica
exclusiva a China. Algunos han titulado “China, más de lo mismo” –incluso antes
de finalizar el Congreso- dando a entender que el país sigue siendo el mismo
desde 1949, cuando se establece la República Popular, en especial en el tema de
los derechos humanos.
He visto palabras como “expansión” y, lo que es peor, “colonización”
de Europa por parte de las empresas chinas. Hoy leo otro editorial donde se
califica a Xi Jinping como “amenazante timonel de China” y de que “los chinos
tienen pocos motivos para augurar nada bueno”.
Comité Permanente del Buró Político del Partido Comunista de China |
Casi en ningún medio he visto referencias a los logros que ha
alcanzado la República Popular en la lucha contra la pobreza del país más
poblado del planeta y en cómo en muchos aspectos la vida de su población ha
mejorado en los últimos años. Recordaba hace poco en estas Reflexiones
Orientales cómo los ciudadanos chinos viajan libremente al exterior cuando
antes no podían desplazarse libremente de una parte del país a otra, sin un
permiso especial, donde muchos matrimonios vivían separados geográficamente y
sólo se reunían una vez al año con motivo de la Fiesta de la Primavera (el año
nuevo chino). Yo llegué a una China donde toda la alimentación estaba racionada
a través de los cupones de cereales, donde comer carne y pescado era un lujo;
donde para comprarse una camiseta de algodón había que tener también cupones, y
en la cual el máximo lujo que se podía permitir un ciudadano chino era tener una
bicicleta –cuya compra también estaba limitada- un reloj de pulsera y una radio.
Los avances de China en la lucha contra la pobreza –que espera
eliminar en menos de cuatro años- se produce en un contexto internacional donde
hay casi 800 millones de personas que no tienen suficientes alimentos para
tener una vida saludable y activa, según el Programa Mundial de Alimentación de
las Naciones Unidas.
La fisonomía de las ciudades y el campo ha cambiado, hay mejores
infraestructuras y viviendas, y aparte de las victorias en la lucha contra el
hambre, la población ha mejorado su nivel de vida en todos los aspectos –como por
ejemplo el transporte público e interprovincial. Tenemos otros países con tasas de crecimiento
económico similares o incluso superiores a China, países más pequeños con
poblaciones equivalentes a la de un barrio de Beijing, pero que no se han traducido en una mejora de
vida de su población.
Por ello, y por su lucha contra la corrupción –detrás de la cual
no podemos ocultar que también hay motivos políticos- y la ostentación, Xi Jinping se ha ganado el
apoyo de gran parte de la población del país. Al mismo tiempo ha estado
amenazado constantemente, por facciones dentro del Partido que se han visto
perjudicadas por su política.
Eso no quiere decir que no haya problemas y que todo sea perfecto
(¿hay algún país en este mundo que lo sea?). La desigualdad entre ricos y
pobres en China, por ejemplo, se ha incrementado de forma alarmante y
espectacular. Hay aún graves problemas en la sanidad, y en especial en la vida
de las personas mayores. Pero creo que vale la pena recordar los cambios y
mejoras alcanzados.
Tampoco he visto muchas referencias a los grandes progresos que ha
alcanzado el país en el desarrollo de varias de sus industrias y en la ciencia
y tecnología, por no hablar de los grandes avances en el sector espacial.
Se han mencionado los importantes retos económicos a los que China
deberá hacer frente. Sin embargo, recuerdo que desde hace más de 42 años que no
paro de escuchar los peores diagnósticos sobre la gravedad de los problemas
económicos del país. Como indicó recientemente el Profesor Ramón Tamames en el
Instituto Cervantes de Beijing todos los años se escriben cantidad de libros
anunciando las mayores desgracias para la economía china. “China ha
decepcionado a los autores que pronosticaban su desastre” declaró también el
Profesor Tamames en declaraciones a “China Hoy”.
El también Presidente de la República ha logrado incluir en los
estatutos del Partido (no sé por qué en
gran parte de los medios en español se utiliza la palabra “Constitución del
Partido”, tomada del inglés) el “pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo
con características chinas para una nueva era”. Esto lo equipara directamente a
Mao Zedong, pero creo modestamente que no a Deng Xiaoping como también se ha
indicado. Los chinos son muy cuidadosos con el uso de las palabras, y mientras
Mao y Xi son los únicos cargos cuyo pensamiento está incluido en los estatutos,
para Deng Xiaoping se utiliza la palabra “teoría de”.
En cuanto a su posible sucesor dentro de cinco años se ha
resaltado que éste no ha sido nominado, y que ninguno de los otros miembros del
Comité Permanente del Buró Político lo podrían ser por razones de edad.
Los únicos “sucesores” oficiales en la historia del Partido
Comunista de China han sido Lin Biao (fallecido
en 1971 en teoría tras un fallido golpe de estado contra Mao) y Hua Guofeng, a
quien Mao le habría dicho antes de morir “estoy tranquilo cuando los asuntos
están en tus manos” y por lo cual quedó durante un tiempo como el sucesor
oficial de Mao.
Los “sucesores” de los otros dirigentes antes de Xi Jinping nunca
tuvieron una “nominación” oficial, sino de
facto. Podrían ocurrir en los próximos cinco años los siguientes escenarios:
a) que en las Sesiones Plenarias del Comité Central haya cambios en el Comité
Permanente del Buró Político, lo cual no sería la primera vez; b) que Xi
Jinping recupere la posición de Presidente del Comité Central –como lo fue Mao-
acompañado de la figura de un Secretario General-; c) que siga al mando del
Partido y del Gobierno sin puesto alguno, como ocurrió con Deng Xiaoping entre
1989 y 1997 y al cual la prensa llamaba “el hombre fuerte de China” ya que su
única posición oficial era la de Presidente de la Asociación China de Bridge,
un juego al cual era muy aficionado.
En cuanto a la política internacional me ha extrañado en alguna
publicación la comparación de la diplomacia de Xi Jinping con la supuesta
política de “bajo perfil” de Deng Xiaoping. Pienso modestamente que no se puede
comparar la política exterior de ambos dirigentes, ya que la situación interna
y externa de China era complemente diferente en los años de Deng, desde finales
de los 70 hasta 1989, a la del país que dirige Xi Jinping casi tres décadas
después.
No debemos olvidar que fue justamente Deng Xiaoping quien a
finales de 1978 abrió las puertas del país al extranjero, fue el primer
dirigente en viajar a los Estados Unidos, y tuvo en sus manos uno de los temas
más importantes de la diplomacia China en más de un siglo de historia: la
devolución de la colonia británica de Hong Kong a la soberanía de la República
Popular. No comprendo pues, con todos los respetos, esta comparación entre la
política exterior de Xi y de Deng, y mucho menos el calificar a esta última
como de “bajo perfil”.
En cuanto al llamado nuevo “culto a la personalidad” de Xi Jinping,
es verdad que, en comparación con sus más próximos antecesores, ha habido un
cambio importante y hay un continuo realce de la figura del actual dirigente
chino. Como todo hay que verlo desde el punto de vista relativo, sin embargo,
los que vivimos el culto a la personalidad de Mao Zedong y de Hua Guofeng, creo
que podemos afirmar sin lugar a dudas que lo que está pasando con la idolatría
a Xi Jinping, no tiene en absoluto nada que ver con el culto rendido a Mao y
Hua.
Por último, es verdad y coincido, como se indica en varios
artículos, que al mismo tiempo que se hace más fuerte, China estrecha sus
acciones y medidas en todo lo relacionado con el control policial de su
población y de los extranjeros, y en especial la prensa, incluidas las
severas medidas de control y censura en Internet. La mejor, o peor, prueba de
ello, fue que medios como el Financial Times, la BBC o The Guardian no fueron
invitados a la última sesión pública del Congreso, algo inaudito en la historia
de China. Ni siquiera en la guerra entre China y Vietnam, o en los momentos de
tensión ideológica con la URSS, nunca se vetó a los corresponsales de la Agencia
Vietnamita de Noticias, de la agencia TASS o de otros corresponsales
provenientes de fuentes consideradas “no amigas” o incluso “enemigas” de China,
a actos organizados por el Departamento de Prensa del Ministerio de Asuntos
Exteriores u otros organismos gubernamentales chinos.
En todo caso, nos guste o no, estemos de acuerdo o no, esta China
cada vez más poderosa seguirá su propio camino, con sus virtudes y con sus
defectos.
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