18 abril, 2017

El caso de los extranjeros obligados a abandonar China

La prensa china está anunciando estos días con entusiasmo las "facilidades" que las autoridades están ofreciendo para la entrada y residencia de ciudadanos extranjeros en China. 


En relación con los visados, la verdad es que hasta hace unos años se podían tramitar en el mismo aeropuerto de Beijing, con una carta de invitación, o en menos de dos horas en Hong Kong. Todo esto ya no es posible.

Según el Ministerio de Seguridad Pública, citado por el China Daily, en el 2016, 1.576 extranjeros se convirtieron en residentes en la República Popular, un incremento del 163 % en relación con el año anterior. Ver artículo de China Daily pinchando aquí


Lo que no he visto en la prensa china, ni en la extranjera (aquí puedo seguramente equivocarme ya que no puedo leer toda la prensa) es una referencia al creciente número de extranjeros que se están viendo obligados a abandonar China, no sólo porque no se les da una tarjeta de residencia, sino porque ni siquiera se les otorga un visado.

Un grupo de esos extranjeros estaban trabajando en instituciones chinas y han visto sus contratos terminados, y por lo tanto han sido obligados a salir del país, a los 55 o 60 años de edad.

Otro grupo, el más cercano a mí, lo forman extranjeros de diversos países que llevaban décadas viviendo legalmente en China; algunos de ellos llegaron a la República Popular siendo aún niños, en la década de los 60 o 70, acompañando a sus padres que vinieron a trabajar a organismos chinos cuando el país estaba muy aislado del mundo.


Niños extranjeros en la década de los 60 en Beijing


Ahora que es "muy fácil" ser amigo de China, sobre todo si se va a "invertir" o a "hacer negocios" como indica el China Daily; los que llegaron en la década de los 60 o 70, o incluso antes, fueron en muchos casos perseguidos y perjudicados en sus países de origen sólo por hecho de ser amigos de una República Popular que hasta el año 1971 ni siquiera formaba parte de la ONU.

La gran mayoría de ellos y sus familias hicieron contribuciones para el acercamiento de China a sus países, y para impulsar el establecimiento de relaciones de todo tipo, hasta llegar a las diplomáticas.

Como ya he indicado, una gran parte de ellos llevaban décadas establecidos legalmente en China, hablan chino como los habitantes locales y han vivido experiencias en el país que una gran parte de su población sólo conoce por películas o libros.

En la mayoría de los casos tenían sus propias viviendas, mayoritariamente en Beijing, pagaban sus impuestos, tenían sus seguros médicos y no dependían de las autoridades chinas para su manutención de ningún tipo. 

Sin embargo, de la noche a la mañana, y sólo por haber llegado a una edad determinada, se han visto obligados a abandonar un país que querían como si fuera el suyo propio, y a empezar una vida nueva a los 60 años en otros lugares del mundo. Otros aún no han llegado a esa edad, pero ya están cerca de hacerlo, y si las cosas no cambian tendrán que seguir el mismo camino.

En lugar de sentir rencor, lo que sienten es rabia y tristeza ya que de alguna manera se consideran casi chinos y siguen queriendo al país y a su gente.

"China no olvida a sus viejos amigos" es una frase que se repetía, y que aún se usa con frecuencia; aunque parece que ahora los amigos son aquellos que vienen a invertir y hacer negocios, mientras que muchos "viejos" que dedicaron gran parte de su vida a favorecer el conocimiento de China en sus países, el acercamiento mutuo, tienen que abandonar el país.

Estamos hablando de un grupo muy reducido de personas, quizás mucho menos de cien, un número insignificante en un país de 1.400 millones de habitantes y que el año pasado otorgó más de 1.500 certificados de residencia. Con un poco de buena voluntad, debería ser un problema fácil de resolver, aunque lamentablemente éste no parece ser el caso.

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