Quizás porque me estoy volviendo viejo, y otras razones, cada vez añoro más al Beijing de antes (al que llegué en 1975) con la misma fuerza con la
que me desagrada el Beijing actual.
La semana pasada visité la capital china y, entre la
contaminación, los atascos, los problemas con los taxis, sólo estuve, en una
semana, dos horas afuera de la Oficina y del Hotel. Tuve la suerte de que los
temas de trabajo los pude resolver en la Oficina, dentro del mismo complejo
donde estaba el hotel donde me alojaba, lo cual me permitió no salir a la
calle.
Foto de Beijing esta semana de la Agencia Xinhua |
No sólo se trata de que del Beijing de mediados de los años
70 ya casi no queda nada –salvo los monumentos históricos y algunos parques-
sino que hasta hace unos diez años la capital china era mucho más agradable,
habitable, de lo que es en la actualidad.
Sí, es verdad, Beijing era más “pobre”, no conseguíamos con
facilidad muchos artículos de uso diario y aprovechábamos para traerlos en
nuestros viajes al exterior. Y eso también tenía en cierta medida un encanto,
ya que disfrutábamos más cuando llegaban a nuestras manos esos productos.
Pero podíamos, y nos gustaba, andar en bicicleta, caminar
por calles arboladas, ir a pasear o remar a los parques en verano y a patinar
sobre hielo en invierno. Ahora, las continuas alertas amarillas llaman a la
población a “reducir sus actividades en el exterior”.
Éramos “descubridores” de lugares de interés, de tiendas
especiales, de restaurantes. La pequeña comunidad extranjera estaba muy unida;
casi todos los fines de semana había alguna fiesta o reunión en casa de
alguien, y en verano nos sentábamos afuera a tomar cerveza o “qishui” (agua gaseosa con sabor a
naranja). Jugábamos al ping-pong , al bádminton, al fútbol y en verano teníamos
la piscina del Hotel de la Amistad o del Hotel de las Colinas Perfumadas.
Los primeros restaurantes extranjeros privados que se
abrieron tras la apertura al exterior, como el famoso “Mediterráneo” o el español
“Mare” se convirtieron en lugares de encuentros inolvidables por lo menos para
la comunidad de habla hispana.
Ahora Beijing es un bosque de rascacielos que parece que
compitieran a ver cuál de ellos es más “raro”, de autopistas atascadas día y noche,
de barreras arquitectónicas que obligan al peatón a estar constantemente
cruzando puentes o túneles, donde es difícil conseguir un taxi y se puede
tardar una hora para recorrer cuatro kilómetros. Y aparte de eso es una ciudad cada vez más cara. Andar en bicicleta es una
actividad que se ha vuelto peligrosa, por el tráfico, por la contaminación, y
minoritaria.
Es verdad que con la “modernización” y el “progreso” otras ciudades del mundo también han cambiado y son peores que en décadas atrás; pero también
es verdad que otras han cambiado para bien, pensando en los habitantes y
visitantes de las mismas.
En la capital china se han perdido tradiciones, como los
baños públicos, el jugar al ajedrez o a las cartas en la calle, el que la
ciudad se inundara de sandías en verano y de coles chinas en invierno. Beijing
tenía sus cuatro estaciones (es verdad que el verano y el invierno más largas
que la primavera y el otoño) cada una con su característica propia, sus
colores, sus comidas, sus olores, su clima, su paisaje.
Ahora la macro-urbe sin personalidad, queda escondida y
borrosa en medio de la contaminación a tal punto que –al igual que el hombre
que muerde al perro- la noticia ya no es la contaminación sino cuando amanece y
perdura un día claro, con aire limpio y cielo azul.
Las estadísticas de las empresas de transporte muestran que
son más los extranjeros que se van de Beijing que los que llegan. Varias son
las razones, entre ellas la contaminación, los cambios en la economía
china, y las nuevas normas de las autoridades que obligan a marcharse del país a
los extranjeros mayores de 60 años, muchos de ellos con décadas de residencia
en China. O sea que encima de todo ya cada vez queda menos gente para ver.
Los veintidós años como residente en Beijing, y los cuarenta
y uno relacionados con China creo que me dan “derecho” a criticar, quejarme y
sufrir por lo inhóspita que se ha vuelto la Capital del Norte de la cual, por
suerte, guardo agradables recuerdos del pasado.
hace 10 años que partí de Beijing, donde viví en 2 oportunidades, la primera de 1981 a 1985, tengo hermosos recuerdos de esa época, los paseos en bici, descubrir lugares, los picnics en las Tumbas Ming, las tardes calurosas de verano en la pileta del club Internacional... las fiestas.... los amigos entrañables...Cuando llegue la 2da vez me costo reconocer la ciudad, comenzaba 1999... el 3r cinturon...que alegria reencontrarme en el parque Ritan, donde mis hijos aprendieron a andar en bici y dabamos hermosos paseos, el restaurant para comer Jiaotze... los amigos... Cuando me fui ya la ciudad era otra, esta que cuenta Pablo... y a esa no logro extrañar...
ResponderEliminarGracias Pablo por los recuerdos... si no me ubicas soy Martha, la esposa de Pepe.... abrazo
Hola Martha! Por supuesto que me acuerdo de tí y de Pepe. Gracias por tu contribución al tema y por tu comentario Un abrazo, Pablo
ResponderEliminarQué terrible realidad y al mismo tiempo que suerte tenemos algunos, escribo de Perú donde aún gozamos de un clima sano. Me gustaría enviar a esa de china alimento sanos aunque solo sea a pocos los que llegare pero quisiera hacer algo por ellos y al mismo tiempo por mi patria. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias por leerme y por los comentarios. Lamentablemente es un problema que, si tiene solución, la tienen que encontrar los propios chinos, en mi opinión. Un cordial saludo,
EliminarHola, querido Pablo. Disfuté mucho tu artículo, con esa pluma tan agradable que tenés. Los sentimientos son los mismos, los comparto. Del 2009 al 2010 lo pasé en Pekín, adonde fui a pasar mi año sabático, en la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín (BISU), más allá del quinto anillo, por cierto. Hasta ahí llega la contaminación del aire, pero también la sónica, la visual. Los profesores chinos viejos que conocí en los 70 me decían que ya muchos de ellos evitan ir al centro porque les da una gran inseguridad; uno me decía que él no iba porque incluso en una ocasión se perdió!! Ir a la Gran Muralla se convirtió en una experiencia de lo más desagradable por ese baño de multitudes que te apretujan para subir y bajar. Pero así es en todos lados. Los paseos bucólicos al Palacio de Verano en bicicleta son solo un recuerdo que quedó ahí, en la nostalgia, algo que dichosamente pudimos vivir. Y sin embargo, ya ves, uno pasa como herencia esos viejos amores: mi hija ha estado ya tres veces en China y en este momento está allá de nuevo estudiando con una beca. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido Albino. Qué alegría! He estado "incomunicado" el fin de semana y recién hoy leo tus notas. Te agradezco los elogios, que hayas compartido tus experiencias del Beijing "moderno" (es una pena no haber podido coincidir en el 2009-2010), y que podamos compartir esa nostalgia de, como tú dices, algo que dichosamente pudimos vivir. Seguimos en contacto y recibe un fuerte abrazo! Pablo
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