Se cumplen hoy 40 años de la muerte del líder chino Mao Zedong y me gustaría volver a recordar en estas breves líneas cómo viví ese día y los posteriores en la capital china, a la que habíamos llegado con parte de mi familia 14 meses antes.
El 9 de septiembre de
1976 amaneció soleado en Pekín. Era el típico día de uno de los meses más
agradables de la capital china. Después de un verano agobiante y lluvioso, el
corto otoño de septiembre daba otro color a la ciudad, gracias al azul claro
del cielo y a las hojas que comenzaban a amarillear.
El cambio de color lo
empezábamos a notar también en la vestimenta de la gente, y se pasaba del blanco
de las camisas de verano, al azul, verde o gris de las primeras chaquetas de
otoño.
Como todos los días mi
hermana y yo habíamos ido en bicicleta al Instituto de Lenguas de Pekín para
nuestras clases de idioma chino que comenzaban a las ocho. Acabábamos de
comenzar nuestro segundo año de estudios. Ese día se conmemoraba un nuevo
aniversario de la fundación del Instituto y a las cuatro de la tarde iba tener
lugar un acto festivo, por lo que a lo largo de la mañana se comenzaron a
colocar banderas chinas, de colores y carteles de celebración.
Cerca del mediodía, sin
embargo, las banderas comenzaron a ser retiradas. El acto se suspendió y se nos
informó que a las cuatro de la tarde se iba a comunicar una “importante
noticia”. Asi se preparaban entonces en China los grandes anuncios: cada “danwei” –o entidad de trabajo o de
estudio- informaba a todos sus integrantes que se iba a dar una “importante
noticia” y todos debían estar pendientes de la radio a esa hora.
Cuando regresamos a nuestra vivienda en el Hotel de la Amistad después de almorzar
vimos que a mis padres también les habían dicho lo mismo.
Aunque eran tiempos sin
redes sociales, internet, teléfonos móviles o faxes todos suponíamos de qué se
trataba. Era la noticia que todos sabían que iba a suceder, pero que nadie se
atrevía a mencionar en público: la muerte del Presidente Mao, el hombre a quien
en todas las consignas se deseaba “diez mil años”, “diez mil, diez mil años”,
de vida, que era la forma de decir “viva” en chino.
El fundador de la
República Popular China tenía 83 años y en sus últimas apariciones públicas en
la televisión recibiendo a personalidades extranjeras –entre ellos a Richard
Nixon o al entonces Vicepresidente de Egipto Hosny Moubarak- se podía apreciar
claramente el deterioro de su estado de salud. Como se veía en la televisión,
cuando estaba de pie Mao tenía que estar sostenido por dos de sus asistentes, y
en las fotos sólo se le veía sentado.
Su última aparición
pública había sido un 12 de mayo, cuando recibió al Primer Ministro de Singapur,
Lee Kuan Yew. En junio cuando Malcolm Frases, Primer Ministro de Australia
viaja a China, ya no es recibido por Mao. La desaparición física del veterano
dirigente era sólo cuestión de tiempo.
A las 4 de la tarde, ya
en casa y pegados a la radio escuchamos el comunicado oficial. “El Comité Central del Partido Comunista de China, el Comité Permanente
de la Asamblea Popular Nacional, el Consejo de Estado y la Comisión Militar del
Partido Comunista de China comunican con inmenso dolor a todo el Partido, todo
el ejército y al pueblo de todas las nacionalidades del país que el camarada
Mao Zedong, respetado y querido gran líder de nuestro Partido, nuestro ejército
y nuestro pueblo de todas las nacionalidades, gran maestro del proletariado
internacional y de las naciones y pueblos oprimidos del mundo, falleció en
Pekín a las cero horas diez minutos del 9 de septiembre de 1976 a causa de la
agravación de su enfermedad”. Así comenzaba el largo comunicado oficial, al
cual le seguía una relación biográfica de Mao, música fúnebre china y los
acordes de La Internacional.
Esa misma tarde la
población comenzó a lucir flores blancas de papel (símbolo de luto) en las
solapas de su ropa y brazaletes negros. Al segundo día, y a pesar del duelo
oficial fijado hasta el 18 de septiembre, asistimos a nuestras clases en el
Instituto de Idiomas, donde el Profesor Wang, con lágrimas en los ojos,
escribió en el pizarrón “Gloria eterna al Gran Líder el Presidente Mao!”. Esa
fue nuestra clase de chino ese día.
El cuerpo de Mao fue velado en el Gran Palacio del
Pueblo y por allí pasaron durante más de una semana, y de forma organizada unas
300.000 personas. Miembros de la comunidad extranjera –diplomáticos, los llamados “expertos”, extranjeros que trabajaban para organismos públicos chinos- fueron invitados a presentar sus respetos ante el féretro de Mao y
así, el 14 de septiembre tuvimos la oportunidad de asistir al Palacio del
Pueblo.
El 18 de septiembre, a las tres de la tarde, un millón
de personas participó en la plaza de Tiananmen en la ceremonia oficial de despedida de Mao transmitida
en directo por la radio y la televisión. Los habitantes de China -800 millones
entonces- guardaron a esa hora tres minutos de silencio haciendo tres
reverencias (según la tradición china) ante retratos de Mao encuadrados en
negro. Todo el transporte del país se paralizó durante esos tres minutos
–incluso los peatones o los ciclistas- mientras las fábricas, trenes y
embarcaciones hacían sonar sus sirenas.
El luto y la ceremonia fueron, tal como había sido en
realidad la revolución de Mao, y como en muchos casos sigue pasando en la China
de hoy, una mezcla de tradición oriental y elementos comunistas. Música fúnebre
china o “El Este es rojo” junto con
los acordes de “La Internacional”; el
cuerpo de Mao cubierto con una bandera roja con la hoz y el martillo en un
entorno decorado con grandes cintas amarillas y negras; las tres reverencias
ante el cuerpo o la foto de Mao y las flores blancas de papel, junto con los
brazaletes negros.
La muerte de Mao fue la continuidad de una serie de importantes acontecimientos que habían comenzado en China en enero de ese año con el fallecimiento del Primer Ministro Zhou Enlai, posteriormente el del Presidente del Parlamento, Zhu De, y en julio el devastador terremoto de Tangshan en las cercanías de Pekín que causó más un cuarto de millón de muertos.
Fue al mismo tiempo el comienzo de otro proceso de cambios políticos marcado por la detención en Octubre de la llamada "Banda de los 4", de la cual formaban parte la viuda de Mao así como los integrantes del grupo más radical dentro del Buró Político del Partido Comunista.
Dos años más tarde, China emprendía otro camino político y económico liderado por Deng Xiaping y que consistió en una serie de reformas económicas internas y de una apertura comercial al exterior.
Fue al mismo tiempo el comienzo de otro proceso de cambios políticos marcado por la detención en Octubre de la llamada "Banda de los 4", de la cual formaban parte la viuda de Mao así como los integrantes del grupo más radical dentro del Buró Político del Partido Comunista.
Dos años más tarde, China emprendía otro camino político y económico liderado por Deng Xiaping y que consistió en una serie de reformas económicas internas y de una apertura comercial al exterior.
Saludos Pablo! Hace nada leí (no recuerdo dónde) que el último dignatario en haber sido recibido por Mao fue Benazir Bhutto, el Primer Ministro de Pakistán el 27 de mayo de 1976.
ResponderEliminarGracias Victor. Volveré a chequearlo ya que me estuve repasando los Pekin Informa de 1976 para sacar esa información.
EliminarGracias, Pablo. Qué emocionante...
ResponderEliminarVictor, yo creo que era Zulfikar Ali Bhutto, el padre de Benazir.
ResponderEliminarVictor, Pedro y lectores de este blog. Efectivamente la última aparición pública de Mao fue el 27 de Mayo recibiendo a Zulficar Ali Butto, de Pakistán. Pido disculpas por el error en el artículo y agradezco a Victor y Pedro por sus correcciones
EliminarExactamente, tuve un lapsus con el nombre, se trata del padre Ali.
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