El año 2014 nos
está trayendo una serie de fechas nada auspiciosas ni favorables para un país
donde la superstición ha sido una de esas “moscas” que, citando a Deng
Xiaoping, han entrado a la República Popular mientras abría su ventana para
permitir la entrada de “aire fresco”, siempre según el llamado “arquitecto” de
la reforma de China.
Y es que una de
las tantas cosas que han cambiado en el país asiático en las últimas décadas
–lo mismo que otras siguen siendo lo mismo- es el “auge” de la superstición en
general, y la relacionada con los números en particular, a tal grado que ha
adquirido un carácter casi institucional.
Según estas
supersticiones, tenemos una serie de fechas, como el 4 y el catorce de enero,
el catorce de abril o el 14 de mayo, todas ellas relacionadas con la muerte,
como veremos más adelante, y nada auspiciosas para bodas o nacimientos, por
ejemplo.
Cuando llegué a
China en 1975, el portal del edificio donde vivía junto con otros extranjeros,
dentro del Hotel de la Amistad, era el número 12, y el de al lado, era el 14.
¿Y el 13? preguntaba yo, incapaz de creerme que en la República Popular a la
que acababa de llegar existiera esa superstición.
La respuesta
era que, como una forma de respeto hacia los “amigos extranjeros”, se evitaba
utilizar esa cifra “maligna”; y ese mensaje tenía dos significados: el orgullo
de que “nosotros los chinos no somos supersticiosos”, y una especie de “burla”
hacia esa superstición venida de afuera, no sólo de Occidente, ya que, según
ellos, se evitó utilizar el 13 cuando el Hotel se construyó para alojar a los
llamados “expertos” soviéticos en los primeros años de la joven república
fundada por Mao.
Como tantos de
los errores que se pueden cometer cuando se habla de este país, si yo hubiese
abandonado China y dejado de tener contacto con este mundo antes de los años
90, hubiera afirmado con rotundidad que “los chinos no son supersticiosos”.
La apertura al
exterior, y en especial el contacto más fluido y directo con otros “territorios
chinos” como Hong Kong, implicó también para la República Popular la entrada y
el regreso de una serie de vicios, supersticiones, y algunas costumbres y
“tradiciones” no muy “éticas” o “morales”; en una palabra, supuso la entrada de
esas “moscas” , pero – según pensaba Deng- también de un “aire puro” que iba a
cambiar para bien al país en su conjunto.
En Hong Kong, donde se habla principalmente el
dialecto cantonés, la pronunciación del número 8 es muy similar a la de lo que
podríamos traducir como “prosperidad”. El 8 se pronuncia “ba” enputonghua –la pronunciación unificada del idioma
chino- pero “fa” en cantonés, y “fa” puede ser también “facai” 发财, o sea enriquecerse o prosperidad.
La pronunciación del número 4 (“si”) en putonghua es similar a la de la palabra “muerte”;
el número 1 puede relacionarse con “querer”, y el número 5 con “yo”.
Con estos
ingredientes tenemos una combinación de números muy “buenos” como 8, 88, 888 y
así hasta el “infinito”; “18” (enriquecerse), “518” (yo voy a enriquecerme); y
números muy malos como el “4” (morir), “14” (morirse) o “514” (voy a morirme).
En mis primeros años en la China libre de
supersticiones, teníamos portales número 4, cuartos pisos en los edificios; el
número de información telefónica era “114” (me quiero, me quiero morir),
eltrolleybus que nos llevaba desde el centro hasta
la zona del Parque de Bambú era el número 114 y la línea 4, junto con la número
1, eran las dos principales que recorrían la interminable avenida Chang´an, en
el centro de Beijing.
Es verdad que,
no sé si por razones técnicas o políticas, se siguen manteniendo el “114” como
el número de información telefónica. También es verdad que, en una pragmática
combinación de supersticiones chinas y “extranjeras” uno se puede encontrar con
construcciones donde no existen los pisos número 4, 13 y 14, y así un edificio
que tenga 12 pisos, podrá tener un ascensor que llegue hasta el número 15.
Esa “fiebre”
supersticiosa con los números abarca casi todos los aspectos de la sociedad.
Los precios de muchos productos o de los platos de comida de un restaurante
(que en muchos países terminan en 9 para dar una sensación de “más barato” – 9,
19, 99, etc.) en China terminan en 8. Los números de las matrículas de los
autos se subastan de forma pública y se llegan a pagar cifras millonarias por un
“8888”; en China cuando uno compra un teléfono móvil, tiene que comprar aparte
“el número”; un número de teléfono que termine con varios “8” o “18” o “58” es
difícil y caro de conseguir, mientras que el “4” es el que nadie quiere, y el
que, por cierto, figura como terminación en muchos de los teléfonos de los
extranjeros que viven en China.
Esta
superstición alcanza niveles institucionales. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos
de Beijing, que se inauguraron un 8 de agosto (el mes ocho) del 2008
–evidentemente la elección del año fue una casualidad beneficiosa para China-
lo hicieron a las 08:18 de la mañana.
Este “juego” de números es también muy importante a la
hora de decidir la fecha de una boda o de la inauguración de una tienda. No son
muchos los que quieren casarse o celebrar su boda un día 4 o 14; y una
nueva tienda es muy probable que espere al día 18 para abrir sus puertas al
público.
Si tenemos en
cuenta que en el idioma chino los meses no tienen nombre, siendo Enero el “mes
1” hasta llegar al “mes 12” en Diciembre; y que el orden como se indican las
fechas es año-mes-día, creo que se comprenderá mejor por qué el 4 de enero, 14
de enero, 1 de abril, 14 de abril, o 14 de mayo del 2014 son fechas “malignas”.
Todo en este
país tiene por lo menos dos caras, como una moneda. Así, si bien muchas de las
fechas del 2014 no son muy positivas, el hecho de estar ahora en el año del
Caballo, según el calendario tradicional chino, y de que el próximo sea el de
la Cabra –considerado como “malo” por muchos- está incrementando el número de
embarazos y se prevé una caída en la tasa de nacimientos para el próximo año
nuevo.
Artículo publicado originalmente en Global Asia
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