Creo
que ha sido un gran acierto de la Embajada de España en China la reciente
organización de un acto de homenaje a María Lecea, una de las pioneras de la
enseñanza del español en la República Popular, a quien tuve el privilegio de
conocer en su segunda etapa en Beijing,
entre 1984 y 1989. Lamentablemente no pude estar presente en el acto, en
el cual además se anunció que el Centro de Recursos de la Consejería de
Educación, Cultura y Deporte de la Embajada llevará el nombre de esta
española, que junto con su esposo, Ataúlfo Melendo, llegó a la capital china en
1955.
Después
de varias búsquedas sin éxito en internet sobre este acto, por suerte me
encuentro con la crónica de Rita Alvarez Tudela en ARNDigital “Homenaje en Pekín a María Lecea, pionera de
la enseñanza del español en China”.
Con
honrosas excepciones, la historia de cómo el español entra en la República
Popular es
uno de los tantos temas de China sobre los
cuales la información disponible es casi inexistente, y del cual poco se habla
en la infinidad de seminarios, cursos, artículos y conferencias que se dan
sobre el país asiático.
En
los últimos años el Instituto Cervantes,
las embajadas de España y de los países latinoamericanos de habla hispana, y
diversas instituciones oficiales y privadas del mundo hispanoparlante –así como
el gobierno de China y organismos como los Institutos Confucio o los Centros
Culturales- están realizando una labor muy importante para acercar cada vez más
a estos dos mundos, tan lejanos –no tanto geográfica como culturalmente.
Sin embargo, creo que
no hay que olvidar los orígenes; y si en China ya en 1953 –sólo cuatro años
después del establecimiento de la República Popular, y en un país que recién
comenzaba a recuperarse de décadas de guerras, hambrunas y sufrimientos de todo
tipo- se empieza a estudiar la lengua de Cervantes es gracias a la iniciativa y
decisión del gobierno chino, en particular del Primer Ministro Zhou Enlai, a la acción individual y sacrificada de un grupo
de republicanos españoles, y de latinoamericanos, al esfuerzo de los primeros estudiantes, y a partir de los años 60
gracias también al gobierno de Cuba, y ya en los 70, al de México, Chile y
otros países de América Latina.
Es a mediados de los
años 50 y en los 60 cuando empiezan a llegar a China un grupo de exiliados
españoles –entre ellos Maria Lecea y su esposo- algunos provenientes de
la URSS (como ella mismo o el arquitecto Luis Lacasa) otros, como “Pepe” Castedo –a quien
también tuve el privilegio de conocer en Beijing- desde Paris, y de
latinoamericanos de casi todos los países de la región, para trabajar como
profesores universitarios y en los órganos de prensa gubernamentales, como
Ediciones en Lenguas Extranjeras, la Agencia de Noticias Xinhua o Radio Pekin.
Sin embargo, es una chilena, Delia Baraona Lagos, esposa del pintor José Venturelli, la primera profesora extranjera de español en China.
Sin embargo, es una chilena, Delia Baraona Lagos, esposa del pintor José Venturelli, la primera profesora extranjera de español en China.
Creo que también es
de justicia mencionar el caso de los brasileños, portugueses e incluso creo que
angoleños, en lo relativo al idioma portugués.
Ahora que es tan
“fácil” ser amigo de China hay que recordar que en las primeras décadas después
del establecimiento de la República Popular, cuando se la quería aislar
internacionalmente, viajar a ese país estaba expresamente prohibido por
muchos gobiernos, y el estar relacionado con China implicaba muchas veces persecución,
cárcel y “listas negras”.
Eran años difíciles
desde todo punto de vista, -y pensar que ahora hay gente que se queja de las
“dificultades” de la lejanía de China …- y muchos de esos “pioneros” tuvieron
que vivir en China un exilio no exento de sacrificios.
Pero si exilio no fue
fácil, lo que Mario Benedetti definió como el “desexilio” tampoco fue un
camino de rosas, lamentablemente, para María Lecea, “Pepe” Castedo, y muchos de
los latinoamericanos que pudieron regresar a sus países cuando los cambios
políticos lo permitieron.
Algunos
de ellos fueron premiados –la propia María Lecea o “Pepe” Castedo, tanto por
España como por China; y otros han quedado en el olvido. Pero los premios “no
dan de comer”. Buscando en el cajón de los recuerdos me encuentro con una nota
de Ramón Vilaró para El País de
España del año 1986 donde la profesora española expresaba su deseo de
poder recibir una pensión después de haberse dedicado a enseñar el español
fuera de España durante, decía entonces, 42 años, aunque en la práctica fueron
más ya que ella abandonó China en 1989.
Sinceramente no sé si
al final se pudo arreglar el tema de la pensión.
En todo caso ojalá
que este homenaje de la Embajada de España a María Lecea sirva para romper con
esa especie de amnesia sobre este período tan importante, creo, para las
relaciones entre España y América Latina por un lado, y la República Popular
China por el otro, período que, en cierto sentido, sentó las bases de lo hoy
son estas relaciones.
Viendo la poca
reacción que el tema ha tenido en la prensa –salvo que yo no haya sido capaz de
encontrar otras crónicas aparte de la citada en ARNDigital, en cuyo caso pido disculpas-
no puedo más que continuar con mi pesimismo sobre el tema.
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