El pasado mes de mayo, en una de mis entradas en este blog, reflexionaba sobre el impacto positivo de la tecnología moderna –en especial la informática y la telefonía móvil- en el aprendizaje del idioma chino, así como para su uso en la difusión de conocimientos e información.
También mencionaba al final del artículo que, sin embargo, un aspecto negativo del uso y abuso de las tecnologías modernas era la pérdida de capacidad para escribir a mano. (Ver “La revolución tecnológica y su impacto sobre el idioma chino” )
Si la “revolución digital” que estamos viviendo ha contribuido y está contribuyendo a facilitar el aprendizaje y uso del idioma más hablado del mundo, así como el acceso a la cultura y a la información para cientos de millones de personas, también hay que ser conscientes de lo que podríamos calificar como sus “efectos secundarios”, principalmente en dos aspectos: los problemas de ortografía entre las nuevas generaciones y los peligros para la caligrafía, una de las muestras de arte más tradicionales de China.
Recientemente, el China Daily se hacía eco de este fenómeno negativo y se refería a lo que llamaba “amenaza” para los caracteres chinos en la era digital (Ver artículo).
Veamos en primer lugar el caso de la escritura. En el idioma chino la caligrafía (书法) es un arte, igual de o más importante que la pintura, por ejemplo. Tener una buena caligrafía, siempre utilizando el pincel, y componer poesía, eran virtudes apreciadas y necesarias para destacar en todos los campos de la sociedad.
El mismo Mao Zedong, mientras luchaba contra varios de los legados culturales de la que entonces se llamaba “vieja China”, sin embargo nunca dejó de escribir con pincel, de componer poesía al estilo tradicional chino, y de hacer inscripciones de puño y letra tanto de consignas políticas como de nombres de monumentos, edificios y lugares emblemáticos del país.
Entre sus caligrafías más conocidas y difundidas están los cinco caracteres de la frase “Servir al pueblo” (为人民服务). Cualquier turista que visite Beijing podrá ver aún en la fachada de la Estación de Tren de Beijing (no confundir con las otras nuevas estaciones de tren, como la estación del Norte o la estación del Sur) en el centro de la ciudad, los tres caracteres 北京站 (estación de Beijing) escritos por Mao.
Esa costumbre del fundador de la República Popular fue seguida por algunos de los dirigentes posteriores a su época. El primero fue Hua Guofeng, quien al final de su corta vida política como sucesor de Mao, fue criticado por querer impulsar un nuevo “culto a la personalidad” y dedicarse precisamente a hacer inscripciones en los lugares que visitaba o inauguraba.
El considerado como “arquitecto de la reforma china”, Deng Xiaoping fue también muy aficionado a la caligrafía y utilizó algunas de sus inscripciones como arma política para lanzar mensajes tanto para consumo interno como internacional. El hecho de escribir una inscripción en un lugar determinado o sobre un lugar determinado era una muestra de apoyo a ese lugar y a las políticas de ese lugar. Eso ocurrió por ejemplo en 1984 durante su famoso viaje a la Zona Económica Especial de Shenzhen, donde escribió una inscripción que significó un respaldo e impulso a la política china de apertura al exterior.
Los dirigentes de la historia más reciente de China fueron abandonando esa práctica hasta que en el año 2012 el Partido Comunista prohibió expresamente a los miembros del Buró Político hacer ningún tipo de inscripción pública de puño y letra.
Según el citado artículo del China Daily existe preocupación en la Asociación China de Calígrafos de que ese arte desaparezca en medio de la “revolución digital”. Dicha preocupación sería compartida por las autoridades del país y en este sentido el periódico menciona una instrucción del Ministerio de Cultura del año 2011 para que en todas las escuelas primarias de China se den clases de caligrafía una vez a la semana, así como para que cursos similares se den en instituciones superiores de enseñanza. Sin embargo, la falta de profesores estaría imposibilitando la aplicación completa y normal de esa norma.
Como ya indicamos, el otro “efecto secundario” de estos avances tecnológicos es el de los problemas de ortografía. Aquí, podemos encontrar alguna similitud con lo que está pasando con el español, aunque el caso del chino es mucho más grave.
La facilidad para “escribir”, o mejor dicho reflejar en escrito caracteres chinos por medios electrónicos, los correctores automáticos de ortografía, está generando una especie de “analfabetismo parcial” (no sé si el término es el más correcto, pero quiero definir la capacidad para leer y para escribir por medios digitales, pero la incapacidad para escribir a mano) entre las nuevas generaciones chinas que, sin la ayuda de un ordenador o un teléfono móvil, tienen cada vez más dificultades para escribir con un lápiz y un papel y sin faltas de ortografía.
En el idioma chino los problemas son exponencialmente mayores que en el caso del español. Mientras que en la lengua de Cervantes los posibles errores estarían “limitados” a confusiones entre la “v” y la “b”; la “c”, “s” o “z” o el uso de la “h”, en el chino nos encontramos con un idioma sin alfabeto, con un número casi ilimitado de caracteres formados por diversas combinaciones de trazos, cuyo aprendizaje y uso depende casi exclusivamente de la memorización y de un uso periódico.
En mi anterior entrada ya citada, hacía mención a que “Aparte de los innumerables cursos y diccionarios on-line, y de otras herramientas de utilidad, ahora muchas veces “basta con” reconocerlos caracteres, aunque uno nos lo pueda escribir de memoria. Por ejemplo, para escribir Beijing (北京) basta con escribir su nombre en pinyin (la romanización fonética del chino), o simplemente poner las letras “B” y “J” juntas, y aparece por defecto la palabra北京.”
Por suerte, los teléfonos y tabletas más modernos incluyen la posibilidad de escribir caracteres en la pantalla, y que el dispositivo los reconozca, lo cual permitiría seguir practicando la escritura de caracteres y aprovechando al mismo tiempo las ventajas de la “revolución digital”.
Al mismo tiempo, como indica el China Daily, los padres comienzan a ser conscientes del problema y algunos envían a sus hijos a escuelas de caligrafía.
Así pues, para bien o para mal, los efectos de la “revolución digital” en el idioma y en la cultura china son de una profundidad y complejidad que, por las mismas características de su lengua, sobrepasan de lejos a los que podemos encontrar en el español.
Publicado originalmente en Global Asia
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