Ahora que el idioma chino está tan de moda en el mundo, creo que vale la pena reflexionar sobre las grandes ventajas e influencia que la tecnología moderna, en especial la informática, han tenido en los últimos años para la difusión y facilitación de su aprendizaje, tanto dentro como fuera de China.
Si la informática, internet y la telefonía móvil han favorecido a nivel global las comunicaciones, facilitando y acelerando la transmisión de información y conocimientos, en el caso del idioma chino las ventajas han sido y son inmensamente mayores y más profundas en relación con las que están teniendo lugar en el mundo occidental.
La razón es muy sencilla: el idioma chino no tiene un alfabeto y por ello su aprendizaje, en particular su escritura, siempre ha dependido de la memorización. Esta característica además impedía la existencia de máquinas de escribir personales, por lo que hasta no hace muchos años todo tenía que escribirse y corregirse a mano, antes de ser entregado a las imprentas o máquinas de escribir profesionales de las universidades, oficinas y demás centros de trabajo.
Hasta prácticamente los años 90 del siglo XX la no existencia de máquinas de escribir personales en chino, y de medios adecuados de comunicaciones, ralentizaba toda la creación literaria y científica, y dificultaba enormemente su difusión.
Mientras que en los años 70 u 80 no era raro que un estudiante en Occidente tuviese acceso a una máquina de escribir portátil, en mi caso tuve que estudiar durante siete años mis dos carreras en China escribiendo todo a mano.
Las dificultades del idioma chino, en especial de su escritura, fueron consideradas desde principios del siglo XX por algunos intelectuales como una de las causas del atraso y la debilidad del país asiático, y una de las mayores trabas para su modernización. Incluso se llegó a plantear la desaparición de los caracteres.
Entre los años 1910 y 1920, surge un movimiento intelectual que propugna la sustitución del chino tradicional escrito por una lengua “popular” o “vernácula” (llamada “baihua” 白话). El representante más destacado de este movimiento es el escritor Lu Xun, (鲁迅) quien en 1918 publica “El diario de un loco” (狂人日记), considerada como la obra representativa de esa reforma lingüística.
Tras la fundación de la República Popular China en 1949, el nuevo gobierno se enfrentó a la gigantesca tarea de alfabetizar y educar a una población de millones de habitantes, en su mayoría residentes en zonas rurales. A mediados de los años 50 se crea un Comité de “sabios” que sugiere y promueve la simplificación de unos cientos de caracteres, mediante la reducción del número de trazos de los mismos. Solo como un ejemplo veamos el ideograma “país”: en su versión tradicional 國, tiene once trazos, y en su versión simplificada 国 sólo siete.
Esta medida facilitó el aprendizaje, la lectura y escritura del idioma chino, aunque fue criticada por los más “puristas”. De hecho, la escritura simplificada se usa solamente en la llamada parte continental de China, mientas que la escritura tradicional aún se continúa empleando en Hong Kong, Taiwán, Singapur y otras regiones con grandes colonias chinas.
No fue hasta la llegada del fax, a finales de los años 80, que se pudo transmitir y recibir caracteres chinos al mismo tiempo, sin ningún proceso de cambio, entre dos puntos diferentes. El fax fue un salto cualitativo muy importante en las comunicaciones ya que los sistemas anteriores de transmisión de datos (telegramas o telex) necesitaban de un código de conversión para la transmisión y recepción de cada ideograma.
La verdadera “revolución”, sin embargo, comienza con el gran desarrollo y avance de la informática y más tarde de Internet y la telefonía móvil. Por primera vez en China cualquier persona con conocimientos mínimos y elementales de informática puede empezar a escribir en chino con un teclado “normal”, utilizar cualquiera de los programas y aplicaciones disponibles en otros idiomas, y por lo tanto crear, distribuir, guardar, tener acceso a información, contactar, dialogar, etc., etc.
El éxito fue tan grande que China es actualmente uno de los países del mundo con mayores facilidades técnicas para todo lo relacionado con informática, internet y telefonía móvil.
Estos avances tecnológicos han facilitado de manera destacada el aprendizaje de chino entre los extranjeros, por lo menos en cuanto a escritura se refiere.
Aparte de los innumerables cursos y diccionarios on-line, y de otras herramientas de utilidad, ahora muchas veces “basta con” reconocer los caracteres, aunque uno nos lo pueda escribir de memoria. Por ejemplo, para escribir Beijing (北京) basta con escribir su nombre en pinyin (la romanización fonética del chino), o simplemente poner las letras “B” y “J” juntas, y aparece por defecto la palabra北京.
El uso o abuso de estos sistemas electrónicos de escritura tienen como aspecto negativo, sin embargo, la pérdida de capacidad para escribir a mano. En todo caso, está claro que los avances tecnológicos y su influencia en el idioma chino, han sido también una de las claves del espectacular desarrollo que está experimentando China.
Publicado originalmente en Global Asia
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