Aunque pocas veces se menciona, 1976 fue, en mi opinión, el año más importante y
crítico en la historia de la República Popular China, y el origen del proceso
de apertura y reforma que el país está llevando a cabo desde finales de 1978.
En menos de doce meses pudimos ser testigos ese año de la
muerte de Mao Zedong y de las otras dos
figuras más importantes del país, el Primer Ministro Zhou Enlai y el Presidente
de la Asamblea Popular Nacional, Zhu De; de una nueva caída en desgracia y
posterior reaparición de Deng Xiaoping; así como de la detención, juicio y
prisión de la viuda de Mao y otras figuras relevantes del Partido Comunista y
el gobierno.
Todo comenzó un día como hoy, el 8 de enero de 1976, con el
fallecimiento de Zhou Enlai, y culminó –tras una serie de acontecimientos de
importancia fundamental- casi tres años después con un cambio de rumbo político
e ideológico en la dirección del país, resumido en la consigna “reforma y
apertura al exterior” (改革开放).
Desde entonces, en un proceso que aún continúa, no exento de
conflictos y retos sociales, económicos y políticos, China se ha desarrollado
de una manera espectacular, habiendo llegado a convertirse en la segunda
economía del mundo, solo por detrás de los Estados Unidos.
El año anterior a la muerte de Zhou se había caracterizado
por un paulatino retorno a la normalidad después de los años más violentos y
caóticos de la Revolución Cultural, en concreto de 1966 a 1968, y de la muerte
violenta en 1971 de Lin Biao, considerado durante años como el sucesor de Mao.
La administración, las universidades, escuelas y fábricas estaban volviendo a su vida normal; muchos de
los dirigentes perseguidos y “caídos en desgracia” durante la Revolución
Cultural volvían a la vida política activa, siendo el caso más destacado el de
Deng Xiaoping, quién pasó de ser el “segundo seguidor del camino capitalista
dentro del Partido Comunista” a Vicepresidente del Partido y Vice Primer
Ministro del gobierno en 1975.
Ese año volvió a reunirse la Asamblea Popular Nacional, y el
Primer Ministro Zhou Enlai hizo un llamamiento a todo el país para desarrollar la
economía en el Vº Plan Quinquenal de Desarrollo (1976-1980), y convertir a
China en un país moderno antes de finales del siglo XX.
La lucha política entre las diversas facciones del Partido
sin embargo continuaba de forma aguda a
medida que la salud de Mao se deterioraba y se preparaba su sucesión.
Como en muchas etapas de la historia de la República Popular, la lucha interna
se expresaba a través de temas literarios y culturales.
Así, en una situación extremadamente difícil de comprender
para los extranjeros seguidores de la realidad china, la crítica a Lin Biao se
vinculaba con la crítica a Confucio; y los enemigos de Zhou Enlai habían
lanzado en su contra una crítica a la novela “A la orilla del agua”, uno de los
clásicos de la literatura china.
Dentro de este contexto, el 1 de enero de 1976, el Editorial
conjunto de Año Nuevo del “Diario del Pueblo”, la revista “Bandera Roja” y el
“Diario del Ejército Popular de Liberación”, titulado “Nada es imposible en el
mundo si uno se atreve a escalar las alturas”, rescataba dos viejos poemas de
Mao con el objetivo de defender los logros de la Revolución Cultural y refutar
“la falacia de que ‘el presente no es tan
bueno como el pasado’”.
Poco tiempo hubo para digerir el contenido de dicho
editorial ya que a los pocos días se produce la muerte de Zhou Enlai. El hasta
entonces Primer Ministro había actuado de mano derecha de Mao y Jefe de
Gobierno desde el primer día de la fundación de la República Popular China,
habiendo sido uno de los pocos dirigentes, y el más importante, que sobrevivió a
las diversas luchas internas en el Partido Comunista y en especial a la
Revolución Cultural.
Llamado por la gente “el buen Primer Ministro del pueblo”,
Zhou Enlai era considerado por muchos como el personaje moderado que intentó
detener o mitigar los excesos de la Revolución Cultural y trató de ayudar y
proteger a muchos de los perseguidos durante ese movimiento. Por ello, el
anuncio de su muerte, aparte de los actos oficiales, originó un movimiento
espontáneo de gente que a lo largo de la avenida principal de Beijing, y en medio
de un intenso frío esperó horas a que pasara el cortejo fúnebre para darle su
último adiós.
Zhou Enlai falleció de cáncer a los 78 años de edad en un
hospital de Beijing, a las 09:57 de la mañana del 8 de enero, y el anuncio
oficial se realizó ese mismo día por la tarde. Sus restos fueron incinerados el
11 de enero, y hasta el día 15 se realizaron actos de despedida y homenaje,
primero en el Palacio Cultural de los Trabajadores, dentro de la conocida como
Ciudad Prohibida, y posteriormente en el Gran Palacio del Pueblo.
El luto de los dirigentes y de la población era representado
por brazaletes negros y flores blancas de papel en el pecho, los carteles de
homenaje estaban escritos en caracteres blancos sobre un fondo negro, y los
asistentes a los actos de homenaje hacían tres reverencias ante la fotografía
de Zhou, lo cual no dejaba de impactarme y asombrarme como extranjero que
llevaba entonces sólo medio año en China.
El discurso fúnebre fue pronunciado por Deng Xiaoping, en su
calidad de Vice Presidente del Partido Comunista–una muestra de la fuerza que
había vuelto a obtener a sólo un año de su regreso a la vida política normal- .
El sucesor oficial de Zhou Enlai, sin embargo, y en contra
de todos los pronósticos, fue un funcionario prácticamente desconocido, Hua
Guofeng, que figuraba en el número 12 del protocolo; prueba de que ninguna de
las dos facciones había ganado la batalla final y Mao había buscado un
candidato de consenso.
La muerte de Zhou Enlai, aparte de agudizar las luchas
internas en el Partido Comunista entre los defensores de la Revolución Cultural
y un ala más moderada que quería poner más énfasis en la economía, fue también
el detonante de una nueva, esta vez la última, caída de Deng Xiaoping.
En efecto, a principios del mes de abril, y con motivo del
día de los muertos según la tradición china, un grupo de personas comenzó a
poner en la plaza de Tiananmen coronas florales y carteles en recuerdo de Zhou
Enlai y de crítica a los elementos más radicales. El movimiento fue
violentamente aplastado –uno de los incidentes de Tiananmen del que menos se
habla- y como consecuencia de ello, Deng Xiaoping vuelve a caer en desgracia el
7 de abril, es destituido de todos sus cargos y comienza un nuevo movimiento
político “Contra los vientos derechistas que pretenden revocar los veredictos
dictados”.
Ya entrados en pleno Año del Dragón –año de cambio de
dinastías como decían entonces algunos chinos- y aparte de la muerte de Zhou
Enlai y la nueva caída de Deng Xiaoping nos tocó ser testigos el 6 de julio de
la muerte de Zhu De, el segundo aliado más importante de Mao y Presidente de la
Asamblea Popular Nacional, sufrir las consecuencias del terremoto de Tangshan
–que también afectó a Beijing y originó más de un cuarto de millón de víctimas- y
ya en septiembre-octubre la muerte de Mao Zedong y la posterior detención de la
llamada “banda de los 4” integrada por su viuda, Jiang Qing y los teóricos y
dirigentes de la considerada ala más izquierdista del Partido.
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