Un año más, el 37º para mí, se acerca el Año Nuevo chino, la
fiesta tradicional más importante del país, en varios de sus vecinos asiáticos,
así como para las comunidades chinas en todo el mundo.
Después de casi cuatro décadas, y a pesar de los tremendos
cambios que ha experimentado la República Popular, hay cosas que siguen igual
que antes –los problemas con el transporte o con los fuegos artificiales de mala calidad, los
espectáculos de diálogos cómicos en la televisión y teatros de todo el país-
mientras que la modernización ha traído nuevas modas, con “características
chinas” como la contratación de falsos novios o novias para pasar estas
fiestas.
Este fin de semana la celebración de la “Fiesta del Laba” ha
marcado el comienzo oficioso de las celebraciones del Año Nuevo Lunar, que
entrará el 10 de febrero según el calendario gregoriano, y que corresponde al
“Año de la Serpiente”.
Miles de años atrás, los chinos comenzaron a regirse por un
calendario con elementos lunares y solares –aunque se conoce como calendario
lunar- que servían principalmente como referencia para las tareas agrícolas y
la definición de las estaciones.
Cada año nuevo, según ese calendario, siempre comienza entre
finales de enero y mediados de febrero, dependiendo de la luna, y se
corresponde –hasta un máximo de doce- con el
nombre de un animal. Ahora aún estamos en el año del Dragón y entraremos
en el de la Serpiente- y esos doce animales se van repitiendo de forma continua.
Existe una combinación de dos elementos (los doce animales
por un lado y diez nombres celestiales por el otro) para fijar el número del
año. Por ejemplo 1911, cuando la revolución republicana que termina con la era
imperial, fue el año Xinhai, y por eso dicho movimiento se conoce también como
la revolución de Xinhai.
A diferencia de otras civilizaciones y culturas, sin
embargo, los chinos no contaban los años según una secuencia correlativa e
infinita de números, por lo cual no se puede decir que China ha entrado en el
año “X”, o que estamos en el año “Y” del calendario chino, como sí se hace con
otros calendarios como el judío o el persa. Lamentablemente, aún se pueden ver
en occidente referencias a que China ha entrado o entrará en año cuatro mil y
algo de su calendario, cuando los chinos ni han usado ni usan esa referencia
para contabilizar el paso del tiempo.
Hasta 1911, cuando cae la última dinastía, la forma más
común de contar y definir los años era a través de esa combinación de dos
elementos citada anteriormente, y más popular aún, según los años de reinado de
una dinastía determinada. (Por ejemplo, el año “X” de la Dinastía Ming).
Incluso ahora en Taiwán, aparte del calendario gregoriano, los años también se
cuentan por el tiempo transcurrido desde la revolución republicana de 1911. La
República Popular China, por su parte, establecida por Mao en 1949, adoptó desde
entonces el calendario gregoriano.
Tuve la oportunidad de pasar en Beijing mi primer año nuevo
chino en 1976, estando aún Mao vivo. Al igual que la Navidad en Occidente, la
tradición “obliga” a un reencuentro de los miembros de una misma familia en
esas fechas. Para muchas familias chinas divididas geográficamente en un país
tan extenso y entonces con limitaciones a los movimientos internos de su
población, esa era la única oportunidad del año para reencontrarse.
En el campo, las fiestas duraban 15 días, y en las ciudades
–donde los centros de enseñanza paralizaban sus actividades- aunque los días
festivos eran muy limitados, el movimiento de gente duraba unas dos semanas
para aquellos que tenían la suerte y las posibilidades de viajar y reencontrarse
con los suyos.
El conseguir un billete de tren o de autobús, así como la
aprobación para desplazarse a otro punto del país, se convertía en un verdadero
dolor de cabeza y ya entonces –ahora en el 2013 mucho más- tenía lugar en esas
fechas uno de los mayores movimientos de transporte de pasajeros del mundo
–tanto de ida como de vuelta- .
Las casas, edificios, parques públicos se llenaban de carteles
en rojo anunciando la “Fiesta de la Primavera” (春节), las
familias se reunían la víspera del año nuevo a disfrutar de programas
especiales de televisión, donde destacaban los espacios cómicos y en especial
los “Xiangsheng” (diálogos cómicos contados por parejas de actores), y al
llegar la medianoche, los petardos ensordecían a los habitantes de las
ciudades, y en especial a los del campo.
Era la época del año donde mejor se comía –en muchos casos
la única época del año donde se podía comer carne u otros alimentos
considerados de lujo- y las cédulas del Partido Comunista así como las
autoridades en las fábricas u otras entidades entregaban beneficios materiales
a los trabajadores o estudiantes –huevos, aceite, fruta …- así como entradas
para el cine, teatro o espectáculos artísticos.
Los dirigentes visitaban “a las masas” y tenían especial
atención en tener detalles con los jubilados y los héroes de la revolución o de
los movimientos políticos más recientes.
Muchas parejas aprovechaban esa fiesta para casarse,
mientras que para muchos matrimonios que estaban separados geográficamente
debido a “las necesidades del Partido” esa era la única época del año en la
cual podían convivir bajo un mismo techo. Los medios de prensa, y en particular
los encargados de la planificación familiar, ponían especial atención en esas
fechas a la divulgación de conocimientos sobre métodos anticonceptivos así como
a la estricta política de control de la natalidad.
Estos días en Beijing, mientras miro la televisión, escucho
la radio, leo la prensa más popular, hablo con la gente y paseo por las calles,
veo toda una serie de fenómenos que –a pesar de los tremendos cambios que han
tenido lugar en China en las últimas casi cuatro décadas de reformas, de “modernización”
y occidentalización del país- parecen ser los mismos de mis primeros años en
este país.
El transporte ferroviario sigue siendo una de las claves del
año nuevo chino, y las autoridades hablan diariamente de ello, explicando cómo
se está organizando ese transporte y cómo se lucha, al igual que 37 años atrás,
contra los revendedores de billetes. No debemos olvidar que estamos hablando de
por lo menos decenas de millones de personas que en estas fechas se desplazan
por todo el país.
La policía se dedica a confiscar y destruir ante las cámaras
de televisión y de la prensa en general, toneladas de petardos y fuegos
artificiales confiscados por problemas de calidad o que han sido fabricados de
forma ilegal.
Los dirigentes ya están empezando a visitar a los más
desfavorecidos, el gobierno ha aprobado la entrega de un subsidio especial para
las familias o personas con menos recursos económicos, los teatros anuncian por
la radio las diferentes sesiones de espectáculos, y en especial de los diálogos
cómicos “Xiangsheng” que tendrán lugar en los próximos días, y la actividad en
las tiendas y restaurantes se multiplica al tiempo que poco a poco va
disminuyendo la actividad en la administración y empresas del país, y los temas
importantes se van dejando para “después del año nuevo”.
La modernización, las reformas y el desarrollo reciente de
China, al mismo tiempo, también han cambiado y mejorado algunos de los
fenómenos relacionados con el Año Nuevo Lunar. Ahora, por ejemplo, la
circulación de los ciudadanos es libre en todo el país y no hay que pedir
permiso para salir de una ciudad o desplazarse a un lugar determinado.
Millones de automóviles privados –inexistentes en los años
70- se preparan para recorrer las autopistas chinas –algo también nuevo fruto
de la modernización- que durante un período de más de una semana no cobrarán
peajes, lo cual producirá seguramente atascos espectaculares.
Otros, cansados de tanta tradición, aprovecharán esas fechas
y estas vacaciones –las más largas del año- para viajar libremente al exterior.
La modernización de China ha originado también cambios
importantes en la sociedad del país y, en consecuencia, en la forma de pasar
estas fiestas.
Matrimonios o parejas que se han separado, pero que no
quieren decírselo a sus padres, vuelven a juntarse estos días para, guardando
las apariencias, visitar a sus mayores.
Aparte de esto, desde hace unos pocos años, ha surgido un
fenómeno nuevo que consiste en que mucha gente soltera, pero en edad de casarse
según las tradiciones de sus mayores, llega a acuerdos con amigos o conocidos
para que actúen como “novios” o “novias” en las visitas a sus padres que viven
en la lejanía, y así dejan contentos y tranquilos a sus mayores y se evitan el
tener que soportar la presión familiar por el hecho de seguir solteros a una
edad impensable en la China tradicional.
Poco tiempo ha pasado para que este fenómeno, como casi todo
lo que ocurre en este país, se comercialice, y hayan aparecido agencias que se
dedican a “alquilar” novios o novias “falsos”, en un proceso que ya se puede hacer
vía Internet y que el usuario puede manejar como si se tratara de la compra on
line de un producto de un supermercado.
Una vez más, y como en muchos aspectos de la vida de China,
la tradición y la modernización se combinan y se adaptan a las nuevas circunstancias
sociales y políticas del país, creando fenómenos que, como éste de los alquileres
de novios, tiene verdaderamente “particularidades chinas”.
Qué interesante, Don Pablo. Gracias.
ResponderEliminarLaia
De nada, y me alegro.
ResponderEliminarme hace recordar esa pelicula "good bye lenin" en la cual una familia tiene que colgar retratos de Lenin fuera de la habitación del hospital para que la madre enferma crea que las cosas en Berlin no han cambiado después de la caida del muro de Berlin. ....
ResponderEliminarEs verdad. También hay varias películas cómicas sobre novios/novias "falsos" (ahora no recuerdo ningún nombre). Lo especial de esto es que es una pura realidad, y además cada vez más popular. Al final, los padres/madres tendrán que empezar a pedir pruebas de que los novios no son alquilados. Creo que es un tema para una película, pero mejor china, no sé hasta qué punto en Occidente se entendería.
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